Todo pasó hace un par de sábados. Como me encontraba de guardia en mi trabajo, lo cual implica tener que estar atento al teléfono y listo para salir pitando a salvar el mundo de una hecatombe en cualquier momento, decidimos optar por un plan tranquilo.
Días atrás, habíamos leído en Facebook una publicación relacionada con la playa de Es Carnatge, en Palma, la cual había sido recientemente habilitada para el baño con mascotas y cerca de la cual uno podía relajarse a gusto, cocktail en mano, en un chiringuito también pet friendly. Vimos a bien probar y llevar a Milú, el pequeño de nuestros cánidos (Leo, el golden, tiene por costumbre tratar de merendarse a sus semejantes) a pasar la tarde allí y pegarnos un chapuzón. Pese a nuestras advertencias disuasorias (nos imaginábamos que la playa en cuestión no daría mucho de si) unos amigos decidieron acompañarnos permutando su primera opción, un baño en las cristalinas aguas de Cala Blava, por la nuestra... pobres insensatos.
Tal y como nos temíamos, la playa no distaba mucho de una diminuta poza, alimentada tímidamente por el agua del mar que a duras penas se colaba entre las rocas. Rocas que, por otra parte, unidas a un inusitado oleaje nada típico de la isla, impedían el acceso al mar y, consigo, el tan ansiado baño. Había arena sí, pero muy gruesa, oscura y fea pero, pese a todo, la "playa" cumplía con lo prometido; un lugar cercano a la ciudad donde poder jugar con nuestro perro, refrescarnos o dejar a nuestra mascota interaccionar con los de su especie.
Tras esto, decidimos acercarnos al Portixol, en un ambiente mucho más chic y sofisticado pero todavía playero, para intentar redondear la tarde y tomarnos un algo. La ausencia de llamadas de la guardia contribuía a cerrar una tarde casi redonda.
No conformes con ello, gestamos un colofón insuperable: cenar en Il Panzerotto, sin lugar a dudas, la mejor pizzería de todo Mallorca. Il Panzerotto, regentado por Michael La Forgia, no defrauda jamás. Quizás porque su éxito reside única y exclusivamente en un aspecto: la pizza, hecha en mil y un variedades pero siempre en horno de leña. El local es pequeño y angosto, con lo que la comodidad no es uno de sus fuertes, pero la calidad de su género compensa cualquier desventaja.
Allí estábamos pues, el Il Panzerotto, disfrutando yo de una estupenda Mickey James (la opción más equilibrada de la carta), y de una variedad de pizzas con queso los demás (en alguna ocasión os hablaré de mi rechazo por el lácteo), manteniendo agradables conversaciones sobre Man vs Food y el último escándalo de Adam Richman cuando, tras un Yeah de Usher, el hilo musical del local comenzó a reproducir el tema. Ese tema. En ese momento todo se hizo pequeño, secundario.
La canción sonaba a años 80. Tenía algo de Hard Rock de la época, como de Alice Cooper pero, a la vez, con un sonido muy italiano, y no solamente por el idioma. Cantaba una chica, de voz aguda pero también ronca. No tan ronca como Bonnie Tyler. Los tres o cuatro minutos de canción fueron suficientes para quedarme con la melodía. El estribillo se sucedía varias veces a lo largo de la canción, y podía distinguir como repetía insistentemente la palabra "impossibile". Deduje que la canción era, o había sido, popular en Italia, ya que Michael se arrancó a silbarla en un par de ocasiones mientras introducía otra pizza de dimensiones desproporcionadas en el horno. Pero como todo en esta vida se acabó. Dejó de sonar. Y entonces me invadió ese sentimiento, desconocido hasta entonces.
Por un momento me sentí invadido por una inconmensurable tristeza. Una pena infinita y a la vez tontísima. Me sentí tentado a preguntarle al camarero por el nombre de la pieza, pero el miedo al rechazo del grupo, a quien sin duda la canción les habría parecido "anodina", "demasiado comercial", o vete tu a saber qué más, me pudo. Lo dejé pasar, de modo que sonaron tres o cuatro canciones más, y luego nos fuimos del local.
El pesar se hizo más y más grande, y también aumentó el sentimiento de culpabilidad por mi cobardía, por no haberme atrevido a consultar, por dejar que la presión de grupo venciese una vez más al deseo del individuo. Sentí la fugacidad del tiempo; cómo los acontecimientos pasan una única vez en la vida, por mucho que nos empeñemos en diseñar rutinas, en escudarnos en el clásico "tranquilo, el sol volverá a salir mañana". Pero lo cierto es que todo es fugaz. Todo es finito. Yo, influenciado al máximo nivel por el mundo cinematográfico y audiovisual, tiendo a imaginarme la vida como una sucesión de imágenes pero, a diferencia del celuloide, el VHS o el DVD, la vida no da opción al replay. A repetir las vivencias exáctamente de la misma manera. Todo acontece una única vez.
Pensé que hubiese sido de mí si no hubiese tenido medios para encontrar Friday I'm in Love de The Cure, o
Ordinary People de John Legend, tras una primera escucha de las mismas. ¡Qué desgracia! Lloré por dentro por haber dejado pasar el tren.
Se lo comenté a Laura de vuelta a casa, haciendo caso omiso de los tontainas que se empeñan en hacernos creer que los hombres de verdad no expresan sus sentimientos y ya despojado del miedo al rechazo, ése que solo te garantiza la máxima complicidad de una pareja, una amistad cercana o un familiar. Por supuesto, me recriminó el no haber tenido el empuje para preguntar (cómo si no me hubiese autoflagelado yo mismo). Así todo, dentro de su inagotable deseo por ayudar al prójimo (agotador en ocasiones), se le ocurrió trasladar la pregunta a nuestros amigos Fer (gaditano afincado en Bolonia) y Daniele (su pareja y 100% italiano) a ver si éstos podían dar alguna pista por donde empezar a buscar. Mis indicaciones fueron parcas, concisas e inútiles: es una canción como de los 80... canta una chica ...en el estribillo dice algo de impossibile. Eran las 2:30 de la madrugada. Laura envió un whatsapp con todo, y nos fuimos a dormir.
Al día siguiente su Blackberry amanecía con un enlace a youtube. Sí amigos, lo que parecía imposible, se había hecho realidad. Era la canción.
Nada es impossibile.
Si quieres saber el título y artista de la canción o escuchar un extracto, tendrás que esperar al próximo Podcast #3. Quiero que padezcáis una milésima parte de lo que yo sufrí habiendo perdido la canción para siempre... como lagrimas en la lluvia.
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